Bodas de plata de Síndrome de Down Burgos
Luis Mayoral, su gerente, recuerda que al principio se reunían en el domicilio particular de una de las familias y que tardaron bastante en conseguir una sede digna, ocurrió en 1997 cuando inauguraron el Centro Estela, decorado de una forma cálida y exquisita que les hace sentirse como en su propia casa.
Allí, los padres tienen contacto entre sí para compartir experiencias y dudas y las criaturas son estimuladas desde muy pequeñas. Síndrome de Down Burgos es una asociación pionera en impulsar la integración temprana de los niños con esta discapacidad en la escuela normalizada. Casi a la vez que se ponía en marcha, impulsó la escolarización de seis niños en una guardería de la Junta. Aquel primer año, críos que no sabían andar y apenas se mantenían en pie terminaron corriendo y subiéndose solos al tobogán y los que no tenían síndrome de Down aprendieron la riqueza de la diversidad.
Un cuarto de siglo más tarde, el colectivo no se ha quedado de brazos cruzados y aquellos chavales que abandonaron los pañales y aprendieron a comer solos en unos meses de colegio ahora disfrutan del Servicio de Promoción y Autonomía Personal, que se define como «un conjunto de recursos para que las personas con discapacidad intelectual puedan alcanzar niveles suficientes de autonomía que les permita acceder a estadios de vida independiente».
Esta experiencia se está desarrollando en el Centro Estela de Promoción de la Autonomía Personal que Síndrome de Down tiene junto a su sede y que inaugurará el próximo 15 de septiembre. Los chavales siguen allí un itinerario individualizado que contiene las tareas que tienen que aprender para conseguir los dos grandes objetivos que son el empleo y la vida independiente.
Todos ellos tienen entre 25 y 32 años, allí aprenden cosas tan imprescindibles como limpiar el polvo a la casa, afeitarse o maquillarse, emplear el euro sin equivocaciones o hacer natillas y flanes. Les encanta la música, navegar por internet, los videojuegos, hacer deporte y salir con los amigos. Algunos trabajan en empresas como Telepizza o Benteler o instituciones como el Ayuntamiento o Caja de Burgos, que han entendido que su empleo es un derecho y su presencia, una riqueza para todos.
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